Pluma, menester habéis

A una mujer flaca

Pluma, menester habéis
sutilmente estar cortada,
mas, por mucho que lo estéis,
es materia más delgada
la que escribir pretendéis.

Cortado os he veces mil,
mas en vano, porque, en suma,
para este rasgo o perfil,
aun fuera gruesa la pluma
del mismo doctor sutil.

Musa, tu lira adereza
y canta conmigo ahora,
y no tengas por bajeza,
si diste ayer en señora,
dar hoy en una flaqueza.

Y vos, luz de mis entrañas,
salid a escucharme en tanto,
como salen las arañas
cuando las engaña el canto
de los cogollos de cañas.

Por la ventana, ligera,
bajad, y no os aniquilo
mucho, si digo que fuera
de araña uno y otro hilo
para vos firme escalera.

Así no escuchéis mi acento
cerca, que sois tan sutil
que os llevaré con mi aliento,
como del seco alcarcil
los pelos se lleva el viento.

Mas mi necedad confieso
en pensar que sois tan vana,
antes sois mujer de peso,
pues mal puede ser liviana
la mujer que toda es hueso.

Diréis que no es maravilla
ser hueso, ni cosa nueva
para que os tengan mancilla,
pues sois descendiente de Eva,
que nació de una costilla.

Decís bien, y aun es notorio,
por nombres averiguados
de vuestro antiguo abolorio,
que os viene por dos costados
el ser Costilla y Osorio.

Y aun comenta el vulgo vano
que el padre que os engendró
fue carnicero inhumano,
pues ninguna pulpa os dio
y os carga en hueso la mano.

O que cuando os engendraba,
que en esto hay grande misterio,
vuestro padre imaginaba
en huesos de cementerio,
y así vos nacisteis taba.

Mas, aunque lo parecéis,
decid para entre los dos:
¿cómo ser taba podéis,
pues cuando juegan con vos
nunca la carne daréis?

Mas sed taba, seréis algo,
y no riñamos por eso;
ya que a este partido salgo,
hola, guardaos, que sois hueso,
no encuentre con vos un galgo.

Mas si os encuentra, señora,
tendrá muy gentil comida,
pues cuando os royese un hora,
no quedaréis más roída
de lo que os estáis ahora.

Pienso, como os veo espinazo,
que os rayeron por desdicha
desde la pierna hasta el brazo
la carne para salchicha
y os quedó solo el estrazo.

Tan de pulpa están ajenos
los que vuestro escapulario
huesos tapa, que a lo menos
he visto yo en un calvario
otros de carne más llenos.

Estofad os aconsejo
los huesos de rostro y mano,
que, más duros que un trebejo,
el pariente más cercano
que tienen es el pellejo.

Por esto a mi parecer
no hay quien se quiera casar
con vos, ni lo puede haber,
que nadie quiere llevar
a su casa que roer.

Y si hay alguno que os ame
(que, de necio, alguno habrá)
cuando más por vos se inflame,
“¡Ay, mis huesos!”, os dirá,
pues no hay por qué carne os llame.

Mas yo de requiebros tales
burlo, porque son muy feos,
pues si con ansias mortales
tuviere algunos deseos
de vos, no serán carnales.

Esta es la verdad, empero,
bien os puedo asegurar
un bien que deciros quiero,
y es que no os podéis hincar
espina entre carne y cuero.

Antes, según acomodo
la forma que determina
vuestro cuerpo junto todo,
podéis sacar una espina
con un dedo y con un codo.

Y con ser, contando en caso,
toda hueso, me provoca
a risa que no por eso
tenéis en la negra boca
maldito de Dios el hueso.

Con afeites diferentes
que os ponéis noches y días,
dicen bien los maldicientes
que están ya vuestras encías
descarnadas y sin dientes.

Ayer junto a ciertas tiendas
dieron con vos en un caño,
yo viendo tales contiendas
dije: “¿Cómo caen hogaño
tan presto Carnestolendas?”.

Confieso mi desvarío,
que de lástima de veros
lloré entonces; ahora río
de que vuestra alma ande en cueros,
temblando y muerta de frío.

Mas por vos lo ha de pasar,
ya que así le plugo a Dios,
mas cierto que es de llorar
que por estar dentro en vos
en los huesos venga a estar.

Por salir de tal encierro
rabiosas bascas le dan,
y por ver que en vuestro entierro
un hueso en vos le echarán
a la tierra, como a un perro.

Con todo intentas poner
tajón. No hay quien os entienda,
¡oh tabífica mujer!:
¿quién ha de ir a vuestra tienda
si no hay carne que vender?

Aunque, pues vos lo intentáis,
un imposible os conviene
con que admiración causáis:
nadie da lo que no tiene,
vos lo que no tenéis dais.

Por cierto, de esta franqueza
se os debe agradecimiento,
pues sabéis con tal destreza,
para ganar el sustento,
sacar fuerzas de flaqueza.

Tenéis al mundo admirado,
que dais claro testimonio
en lo que habéis intentado,
que debéis de ser demonio,
mas no demonio encarnado.

Aunque por santa estimada
sois y fingirlo sabéis,
pero estáis tan descarnada,
que a mis ojos parecéis
una santa dibujada.

Así para vuestro honor,
pues tan falta estáis de carne,
será el remedio mejor,
para que luego os encarne,
casaros con un pintor.

Quejáisos que es caso fuerte
que así de mataros trate
con trataros de esta suerte.
Mujer, ¿quién habrá que os mate
siendo vos la misma muerte?

Así me admira, señora,
que dicen que vierte llanto
uno por vos y os adora:
debe de ser hombre santo,
pues que por la muerte llora.

Aunque se puede argüír,
pues a quereros se obliga,
le teme mucho al morir
y así os tiene por amiga,
¡oh muerte!, para vivir.

Mas yo su amistad maldigo,
que es muy peligrosa prueba,
señora, ser vuestro amigo,
pues donde quiera que os lleva
lleva la muerte consigo.

Y si por su mala suerte
tal vez os quiere abrazar,
el pobre, en trance tan fuerte,
por fuerza se ha de hallar
en los brazos de la muerte.

Si al que os quiere con extremo
al fin le cerráis los ojos,
de vos huyo a vela y remo,
que os he dado mil enojos
y como a la muerte os temo.

2019-07-06T11:24:11+00:00

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