1

Señores, yo estoy corrido
y aun quizá el alma lo llora,
porque en los tiempos de ahora
quien no tiene no es tenido;
anda el sabio perseguido,
vive el necio con descanso,
al que sufre llaman manso,
y más de alguno lo es.
Desto trataré después
si me dejaren hablar,
que para todo hay lugar.

2
Anda el soldado soldado,
es el escudero escudo,
quiere Bermudo ver mudo
por callar su mal mirado;
al crédito han desterrado,
ya no hay quien le quiera al fin;
tiene este siglo ruin
los maridos por adorno;
la monja recibe en torno
como si fuera a tornar,
que para todo hay lugar.

3
Dice el mozo como un oro
que está con mujer corrido;
dícelo, yo lo he creído
si acaso el corrido es toro.
Angélica a su Medoro
volviera ahora en cornado
como uno le hubiera dado,
y aun yo sé de algún copete
que a deshora en casa mete
al que tiene que sacar,
que para todo hay lugar.

4
Yo vi un oficial ayer
que ya ha dejado las obras,
porque hay en su casa sobras
con faltas de su mujer.
Si le está caro el placer,
él echa por el atajo,
que, aunque no le hay sin trabajo,
de ajeno trabajo pasa,
y, si hay quien lo sabe en casa,
jamás le pueden faltar,
que para todo hay lugar.

5
Hizo ayer su confisión
un casado, y dijo al fin
que él era lo que en latín
es desnudo el corazón.
Oyó el Padre su razón,
y diole su reverencia
sobre cuernos penitencia,
la cual cumplió como fiel,
porque se dijese dél
aquel proverbio vulgar,
que para todo hay lugar.

La niña que agora asoma
a la edad que procuráis,
aunque más la pretendáis,
si no toma, no se toma.
Todo el interés lo doma,
mezcla divino y humano;
al más villano vi llano,
cuando le dais que reciba,
y la aldeana más esquiva
con don se quiere llamar,
que para todo hay lugar.

7
Del mercader cosa es clara
que es notable su codicia,
pues jamás hace justicia,
aunque le vemos con vara;
su conciencia no repara
en titulillos de uñón,
que en fin los ladrones son
de la gente más lucida,
y quien pasa así su vida
puede en efecto pasar,
que para todo hay lugar.

8
Cierta vieja lisonjera
que tiene el gusto sin ley,
al fin presidio del Rey
(si es presidio la Tercera),
a una viuda ha vuelto cera,
de modo que se acaricia,
y hace oficio de justicia,
dando lo suyo a quien gusta,
y finge, haciéndose justa,
que no se sabe ajustar,
que para todo hay lugar.