Soñaba, señora mía,
que os besaba y abrazaba,
y vuestra boca y la mía
muy muchas veces llegaba.
Soñaba que os destocaba
con un suave dulzor,
ya los pechos os tocaba;
y que de entrañas y amor
muchas veces os llamaba.
Y soñaba que os tocaba
vuestra piernas con las mías,
y que tan gozoso estaba
que en el medio derramaba
las tristes lágrimas mías.
También soñaba, señora,
qu[e] estando en este regalo
cantábades a des[h]ora:
“Todos duermen en Zamora
y no duerme Arias Gonzalo”.
Y que con gran sobreçejo,
ya después de haber velado,
se entró furioso y armado
por aquel postigo viejo,
que nunca fuera çerrado.
Y soñé que de ligero
una [ …]
y digistis: “Saber quiero
quién es aquel caballero
en armas tan esforzado”.
Y como lo vistes bajo
y ya la lanza quebrada,
digistes, dama estremada:
“Descanse, mozo, el trabajo
de la jornada pasada”.
Y esto casi difunto
un poquito descansó,
mas luego se levantó;
y como vio un bosque junto,
por medio d[e] él se metió.
La segunda vez, valiente
entró, ligero y ufano,
mas después de un acçidente
los pies tiene haçia el oriente
y la candela en la mano.
Todo esto dama, soñé;
y estando con grande gozo,
mucha alteración tomé,
porque cuando desperté
hallé mi gozo en un pozo.
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