Suéltese un poco, señora,
de los brazos de su amante
y, aunque estoy loco de amor,
escuche mis disparates.
Yo soy un músico libre,
que si alguno son me hace,
aunque del mundo no usades,
me atrevo a cantar verdades.
Pues yo escuché sus mentiras,
escuche ahora, aunque amarguen,
al tono de sus engaños
la verdad de mis cantares,
y pues libertades suyas
me han hecho el son a lo grave;
al mismo que ella me hizo
oiga algunas libertades,
que no es mucho que mi lengua,
una vez, sin miedo hable.
Pues fue mi error calentura
que ya a la lengua me sale,
apostema fue tanbién
que hizo amor en mi sangre.
Reviéntela mi dolor,
pues ya llegó a madurarse.
Procure otro boquirubio
que más facilmente engañe
que yo, amigo, me he criado
entre barcos y arenales.
Mas prieto soy que la tinta,
si bien acierta a mirarme,
no le engañe mi color
ya que le engañó mi talle.
Haga sonbra a sus embustes
la santidad de su madre,
que yo sienpre tuve sorna
con rosarios semejantes.
Madrugue con ella a misa,
quizá por ver algún fraile,
pues entre mil reconoçe
la campana que ellos tañen.
Abra a otro necio la puerta
cuando el ronco gallo cante,
que yo en poco más de un mes
me cansé de aserenarme.
Porque supe que a las ocho
entraba otro pleiteante,
que le alborotó algún día
con su adulterio la calle.
Despachábalo a las once
porque yo a las doce entrase
más armado que un reloj
y más alado que el aire.
Antes que el alba saliese
dejaba yo sus umbrales,
que en su tribunal despacha
en tres horas como alcalde.
Bendito sea Dios que duermo
sin que me recuerde nadie,
y sin maldecir la aurora,
que madrugaba a enojarme.
Que ya no son las tinieblas
consuelo de mis pesares,
tras un mes que anduve loco
sin dormir ni desnudarme.
Que ya pueden, sin temor,
con libertad visitarme
mis cotorreras alegres,
alivio de caminantes.
Así que, señora mía,
mi pasado engaño baste,
que para un honbre tan libre
no fue poco un mes de cárcel.
Sus fingidos casamientos
con sus corredores trate,
que yo sé de qué manera
se paga ese corretaje.
Unte con jabón el quicio
y con aceite la llave
cuando a darle al corazón
entre un nuevo Durandarte.
Póngase en mi ausencia galas
sin temor de que me agravie,
y para algún valentón
la red tienda en otra parte.
Finja que le falta el mes
y alguna vez se desmaye,
y con sus traidores celos
algún majadero cause.
Sus males de corazón
otros sufrimiento acaben,
que yo, que soy maliçioso,
no estoy bien con esos males.
¡Oh cojines, si pudiéseis!,
¡oh estrado, si tú hablases!
Pero no más, que es locura;
esto baste, adiós, que es tarde.
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