Supuesto que me han pedido

LOS NOMBRES COSTUMBRES Y PROPIEDADES DE LAS SEÑORAS MUJERAS

Supuesto que me han pedido,
con políticas palabras,
algunas de estas señoras,
algo risueñas y ufanas,
que las cante alguna cosa,
ya obedezco a lo que mandan.
Y ya me he puesto a cantar
al son de aquesta guitarra;
pero ahora me ha advertido
un amigo, y camarada,
que el pedirme a mí que cante
es por celebrar la chanza.
Esto es burlarse de mí,
y es baza muy bien sentada
que, pues lo hacen con otros,
no es mucho conmigo lo hagan.
Y con mis ojos he visto
que llegan alborotadas,
diciendo: “Señor Fulano,
si es cosa que a usted le agrada,
cántenos un buen fandango,
que lo hace usted con mil gracias”.
Yo, por hacerlas el gusto,
no replico una palabra;
tomo asiento, y la vihuela,
después de estar bien templada,
luego que a cantar empiezo,
empiezan ellas su parla.
Dice la una: “¡Jesús,
qué voz tan desentonada!
Parece qué está ojeando
con su voz apasionada
el cuerpo, ¡cuál lo menea!
Parece a Don Zirandajas.
¡Poquito presume el canto!
¡Por mi vida que se engaña,
porque él abre tanta boca
como la puerta moná[d]ica!
El canta a ojos cerrados,
no se le entiende palabra.
Ya le ha dado carraspera,
y es de beber carraspada;
¡El pobre se está ahogando,
porque aquella tos es mala!
Traigámosle un par de uevos
por si aclara la garganta,
o démosle pan y queso
por ver si con eso calla…”.
Luego dejan esta tema,
y unas con otras enzarzan
distintas conversaciones,
allá a su modo extremadas.
Dice la una: “¿No sabes
cómo se casa Fulana
con Fulano? ¡Y plegué a Dios
que si con ella se casa
no le ponga en Carcabuey,
que es lugar que muchos pasan!.
Otra dice: “Mi vecina,
¡quién no ve la santularia
papar santos en la iglesia;
y, con industria y con maña,
le hace al marido que coma
pimientos de cornicabra!
¡Pues la otra mosquita muerta!,
aunque el marido es bragazas
en los cuernos de la luna
lo ha puesto la muy taimada.
Pues el otro boquirrubio,
que triunfa, pasea y gasta
a costa de la mujer,
¿por qué la sufre y aguanta?
Otra dice: “¿Pues no sabes
cómo un casamiento tratan
a Domingo el zapatero?
¡Y lo que á mi mis me espanta,
que siendo un perafustrán
le entreguen una muchacha
que es discreta, hermosa y rica!
Y la cosa averiguada,
es que a él lo hacen ratón,
pues le aperciben la trampa”.
Otra dice: “Amigas mías,
yo no me espanto de nada,
porque todos nos mojamos
cuando llueve recia el agua”.
Otra responde: “Yo tengo
al sacristán dé Churriana,
y la cera que recoge,
entre el domingo y semana,
la vende, y me da el dinero.
¡Entra y sale, y santas pascuas!”
Otra dice: “Compañeras,
tenemos mala cartada,
que yo tengo un peluquero
que ya me tiene enfadada,
pues nunca le he merecido
media libra de azofaifas;
Y cuando viene de noche,
después de no darme nada,
me dirige más preguntas
que tiene un misal de Pascuas;
me trae entretenida,
con que de hoy a mañana
dice: `Aguarda conveniencia,
y que seré bien premiada’.
Mas nunca llega este día,
y así no sé lo que me haga”.
Y las demás la responden;:
“¡Esa es valiente bobada !
¿Qué más quiere el muy taimado
si cuanto desea halla?
Eso lo mismo se hiciera
al borrico de la cuadra.
Y, pues que no es de provecho,
darle con las calabazas,
que no es razón que tú estés
sacándoles las entrañas
a otros para darle a él.
¡Esa doctrina es muy mala!
Tan solo hemos de querer
y adorar dentro del alma,
no aquel que nos diga dame,
sino al que nos digamos daca.
¿Cómo puede dar buen manto
el que tiene mala capa?”.
Y todas de esta manera
parecéis unas urracas,
refiriendo cuentos viejos
con risa y con algazara,
con chanza y con alboroto,
no atendéis a lo que cantan
ni la relación ó historia
en lo que consiste o trata.
Solamente estáis atentas
si explican bien las palabras,
si no tienen melodía,
si el tocador tiene gracia,
si el bailador baila bien.
Murmurando tan sin tasa
si se casa Fulanilla,
si Fulana es desastrada,
si Fulano es buen muchacho,
y si el otro es mal trabaja.
Y a todos de esta manera
estáis poniendo mil faltas,
y no os miráis a vosotras
que tenéis, si se repara,
más faltas que una pelota
y una tuerta remilgada.
Yo sé que está en esta hora,
con la tijera afilada
y la tela apercibida,
para cortarme unas mangas.
Y solicita el desquite,
y así, con breves palabras,
a cada cual por su nombre
la he de ir poniendo sus faltas.
Las Martas son muy frías
y de puros celos rabian;
las Franciscas vocingleras;
perezosas las Tomasas;
las Isabeles altivas;
casamenteras las Juanas;
las Antonias tienen todas
casquillos de calabaza;
las Josefas muy golosas,
y de lamer no se cansan;
las Joaquinas zalameras;
las Pacas enamoradas;
las Vitorias y Benitas,
estas siempre son muy falsas;
las Vicentas envidiosas;
las Isidras cortejantas;
las Alejandras muv tontas,
y no saben lo que hablan;
pedorreras las Micaelas;
las Águedas charlatanas;
las Andreas vanidosas,
y como pavos infladas;
las Mónicas comilonas,
que una ballena se tragan;
Valentinas fachendonas,
con más aire que sustancia;
las Florentinas dan siempre
gran conversación por nada.
No digo nada las Luisas,
que de cualquier cosa hablan;
Concepciones y Dolores
son todas muy apagadas;
Celestinas y Cristinas
son amigas de ir a danzas;
las Leonas son dementes,
y no sirve ni aun atarlas;
las Celedonias e Higinias
por el chocolate rabian;
las Leonores presumidas;
testarudas las Constanzas;
las Domingas son gallegas,
y estas frecuentan muy santa
las ermitas del dios Baco,
con gran devoción y ansia,
agotando los licores,
que hay en estas buenas casas.
Amigas de que las quieran
son siempre las Damianas;
las Gertrudis son soberbias
y las Teresas taimadas;
las Catalinas son flojas;
revoltosas son las Anas;
las Teodoras compungidas;
las Matildes muy delgadas;
las Manuelas bailarinas.
Muy necias las Sebastianas;
Y amigas de oler cocinas
las Ineses y Bernardas;
las Alfonsas quimeristas;
las Margaritas pesadas;
las Serafinas chismosas;
las HIpólitas ufanas;
las Quiterias lagañosas;
las Jacintas jorobadas;
las Ángelas y Gabrielas
son todas muy santularias;
las Rosas son embusteras;
cabezonas las Torcuatas;
las Jerónimas raídas;
son simplonas las Julianas;
las Magdalenas son graves;
las Elviras mal caradas;
las Melchoras barrigonas;
carantoñeras las Paulas;
las Petronilas frioleras;
ventaneras las Ignacias;
las Agustinas gangosas;
son locas las Atanasias;
las Polonias majaderas;
las Rufinas son malvadas;
las Brígidas correntonas;
pedigüeñas las Marianas;
Baltasaras. Saturninas
y Felipas acigarradas;
las Úrsulas regordetas:
son tristes las Felicianas.
Amigas de visitar
las Marcelas y las Claras;
las Bemabelas y Ritas
tienen las uñas muy largas;
las Lauras son hociconas;
las Eugenias descuidadas;
las Lucias dormilonas;
las Casildas desmañadas;
las Martinas tienen todas
las lenguas muy afiladas;
las Bárbaras son roñosas.
Nada hidalgas las Colasas;
las Ramonas enfadosas;
muy avaras las Engracias;
las Petras muy reparonas;
de muy mal genio las Martas;
las Elenas pegajosas;
las Lorenzas holgatanas;
las Eusebias figureras;
sosas todas las Pascualas;
las Cármenes y Mercedes
corren parejas con Blasas,
en el hablar son melosas
y en el obrar muy amargas;
lo mismo son las Irenes,
Carolinas y Esperanzas.
No hay que decir de las Pías,
pues son de la misma laña;
las Hilarias son groseras;
puntillosas las Gasparas;
las Amalias caprichosas,
y bobas las Boifacias.
Las Simonas son gachonas;
sutiles las Adelaidas;
y amigas de militares
suelen ser las Cayetanas;
belludas como unos osos
son las Jorjas y Fernandas;
al revés las Melitonas,
que a lo mejor quedan calvas.
Las Emilias son coquetas;
las Bernardinas muy bravas;
antojadizas las Brunas;
y miedosas las Libradas;
las Fidelas engañosas,
las Rosarios mal habladas,
las Pilares Juguetonas,
las Raimundas patizambas;
las Felisas melindrosas,
las Rafaelas muy chatas,
las Trinidades horribles,
las Guadalupes ingratas;
las Lorelos y Elisas
Encarnaciones y Eustaquias,
Venturas y Salvadoras,
Justas y Severianas,
solo son buenas, no más,
para cortejar, y… ¡basta!
¿Qué diremos de las Floras,
las Casimiras, Genaras,
Ferminas y Doroteas,
Isidoras y otras tantas?
Lo mejor será callarlo
y por desprecio dejarlas.
Mucho más decir pudiera
si una muy abochornada
no me hubiera hecho ya seña
de que deje la matraca.
Recibid este jubón,
volved por otro mañana,
y, si no ponéis remedio,
llevaréis, como quien labra,
sobre esta zorra, otra zorra;
que habéis de estar cuando cantan
con recato y con silencio,
y atención muy sosegada.
Sin resollar por arriba
ni por abajo con nada.
Y ahora pide el poeta
que le perdonen sus fallas.

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2019-02-14T17:29:29+00:00

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