Tomaban las mujeres el acero

Tomaban las mujeres el acero
en otro tiempo, cuando Dios quería,
al tomar el aguja cada día
con que cosían desde enero a enero.

Vino después el siglo caballero
y la simple opilada damería,
y tomáronlo en polvo con la fría,
siendo de un motolín mejor el suero.

Mas ya lo toman, el acero digo,
en hachas las celosas, con que hacen
de cistonis derrota capitales.

Femenil crueldad, yo te maldigo,
pues veo que aun apenas satisfacen
mortales golpes, celos veniales.

2019-11-10T17:43:30+00:00

Un comentario

  1. Javier Blasco 12 septiembre, 2018 en 4:04 pm - Responder

    Gaspar Barrote Bernal comenta así este soneto:
    !Esta fachada satírica oculta una argumentación de índole sexual, que se hace patente tras convocar al instrumental interpretativo que he ido delineando. Partamos del conmutador, en este caso sintáctico, con que se abren los tercetos: “Mas ya lo toman, el acero digo.” Tan llamativa autocorrección hace tomar –nunca mejor dicho– conciencia al lector del sentido sexual de tomar, ‘recibir el pene en la cópula’, sobre todo si introducido por el rico resignificante lo.26 El soneto revela así la redundancia de dicho verbo, en este v. 9 y en “tomaban las mujeres el acero,” “tomar el aguja cada día” y “tomáronlo en polvo” (vv. 1, 3 y 7). Contextos en que el código literario-sexual cerrado hace a tomar el acero equivalente de dar el acero, cuarto sentido –tras los tres patentes detectados por Lara Garrido– que añade mayor dificultad conceptista al poema. El mismo significado sexual presenta tomar el aguja, pues en aguja funciona el sema ‘acero’, como en agujeta, que no sólo designaba a la correa con dos cabos de metal para atar las calzas, sino también a “mentula” (PESO 329; Cela I, 33-34). Más problemático es tomarlo en polvo: polvo, ‘semen’ sólo se documenta a partir del siglo XIX; pero la redundancia dilógica del soneto 146 (Cancionero Antequerano), nucleada en torno a tomar y que constituye indicio de intención sexualizante (hipótesis de Allaigre-Cotrait), bien podría ofrecer con su v. 7 una documentación segura, y situar al polvo o barro de la opilación, que se tragaba, como origen de echar un polvo. En todo caso, en el soneto se apiñan: a) “el suero de un motolín,” que Alonso y Ferreres no se atreven a enmendar, como debe hacerse, en el motilón que dan en nota, sin, por descontado, decir nada de suero; b) la escena de coser o bordar (v. 4), una de las catalogadas como de erotismo codificado por Débax (42-43), y c) unos “mortales golpes” en la estratégica posición de cierre, que resultas redundantes porque ya sabemos que muerte decía lo mismo que golpe, ‘coito.’ (“Del placer textual. Códigos literario-sexuales abierto y cerrado en la Variedad de sonetos del Antequerano”, eHumanista: Volume 15, 2010, 209 y ss.

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