EL POLLO
¡Válgate el demoño, el pollo!
¡Oh aquí, válgate el demoño!
Este pollo, madre mía,
que me he hallado es tan celoso,
que no me deja comer
ni menos dormir tampoco.
Hase echo migajero
y, con esto, está tan gordo
que extiende el cuello y las alas
como ganso el mes de agosto.
Al ruedo de mi chapín
hace arrullos de palomo,
y me quita las lazadas,
viniéndole a ser estorbo.
¡Válgate el demoño, el pollo!
¡Oh aquí, válgate el demoño!
El otro día se entró
en mi huerto, junto al pozo,
entretenido escarbando
por ver si estaba muy hondo.
Arrimado a unos jazmines,
buscaba el dulce madroño,
que ya se usa en jardines
el hallarse ahora todo.
Una mata de pimientos,
en que me quedó uno solo
para mis necesidades,
me la arrancó por el tronco.
¡Válgate el demoño, el pollo!
¡Oh aquí, válgate el demoño!
Con la cara se levanta,
galleando como bobo,
y en mis faldas recostado
me está echando siempre el ojo.
En un caldero, atrevido,
por saltar tan bullicioso,
estuvo un rato nadando,
saliendo una sopa todo;
casi le tuve difunto
tan tieso, aunque estaba flojo,
que no volviera tan presto
si en mis carnes no le pongo.
¡Válgate el demoño, el pollo!
¡Oh aquí, válgate el demoño!
¡Ay, madre mía!, ¿qué haré?,
que alrededor de este loco
andan todas las vecinas
porque dicen que es gracioso.
Tiénenmele tanta envidia
que temo, sin duda, un robo
y, por eso, como dicen,
“traigo la barba en el hombro”.
Que, aunque tiene cascabeles,
puede entrar, como goloso,
donde salga desplumado
dejando algo en mal cobro.
¡Válgate el demoño, el pollo!
¡Oh aquí, válgate el demoño!
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