Ya que en faldas de la Aurora
el sol está recostado,
y de diferentes lumbres
el cielo estaba estrellado,
se sale de una arboleda
la linda Venus llorando,
adonde dejaba muerto
a Adonis*, su enamorado.
Y de verse sin amores,
al fin, se ha determinado
de buscar un monasterio,
recogido y apartado,
adonde meterse monja
y dejar tan mal estado.
Contra Cupido se vuelve,
que la lleva de la mano,
diciendo de esta manera:
«¡Mal haya, hijo tan malo,
que a su misma madre hiere
con amor tan regalado!».
Y de bella convertida
Cupido quedó admirado,
pero como la conoce,
que otras veces ha jurado
de no ser enamorada
y luego lo ha quebrantado,
haciendo donaire y risa,
la responde denodado*:
¡Cuando yo fuere fraile, madre,
madre, cuando yo fuere fraile!».
«Tenéis muchas malicias
para monja, si no es
que entréis a probar un mes
por maestra de novicias.
Yo os prometo, por albricias,
que cuando tal vida os cuadre,
que también seré fraile, madre,
madre, que también seré fraile».
«Sois para monja muy dama*,
y es vieja vuestra costumbre
de calentaros sin lumbre
y no dormir sola en cama.
Por el mundo tenéis fama
de enamoraros del aire,
cuando yo fuere fraile, madre,
madre, cuando yo fuere fraile».
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