Corrido y confuso me hallo
por vos en esta ocasión,
que os quedáis con un capón
por descartaros de un gallo.
No hayáis miedo que se alabe
que la argolla juega a solas;
mas, faltándole las bolas,
¿qué importa que diga cabe?
Reloj en torre empinado
es vuestro capón, princesa,
pero, sin ninguna pesa,
¿de que sirve el mazo alzado?
No hayáis miedo que se mirle,
aunque le hagáis más favores,
pues sus finezas mayores
nunca pasan de aguachirle.
Y creedme esta verdad:
que a lo humano y a lo divino,
bien podrá pregonar vino,
pero siempre será “agua va”.
¿De qué sirven tantos bríos,
si en vuestro jardín de gloria
han de subir de su noria
los arcaduces vacíos?
Siendo bella Margarita
donde el gusto se aniquila,
me espanta que tengáis pila
sin gota de agua bendita,
si es todo vuestro regalo
el capón que cacarea,
hisopo largo de aldea,
sin barbas y a todo palo.
Cuando en vuestro capón pienso,
pienso que no pienso mal,
que tenéis cirio pascual
sin las bolillas de incienso.
Con más que palabras malas
no hayáis miedo os acometa
y si apunta la escopeta,
reíos, que está sin balas.
No os enfaden mis razones,
porque, para entre los dos,
es vuestro capón con vos
sacristía sin cajones.
Yo quedo en este lugar,
Margarita, y no penséis,
porque capones queréis,
que por vos me he de capar.
Con un par de huevos ceno
todas las noches sin blanca.
Guárdeos Dios. De Salamanca,
tres de abril. Diego Moreno.
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